Más que un proyecto, una nueva perspectiva del futuro

Martes 21 Marzo 2017

Nueve mujeres entre las edades de 13 y 24 años nos esperan en una escuela de la comunidad Valle de la Isla, en el municipio de El Tuma – La Dalia, departamento de Jinotega, a unos 175 km de Managua, capital de Nicaragua. El clima está frío y el día algo pálido por la brisa, pero es una gran oportunidad para entrar en calor con una buena plática, pues estamos aquí para saber de ellas, pero ¿por qué?

A simple vista todas estas chavalas son diferentes: unas son madres y cargan a sus hijas e hijos en los brazos; otras estudian y algunas de ellas se dedican a ayudar a sus familias en lo que pueden, como amas de casa o en pequeñas producciones de café. Sin embargo, hoy todas tienen algo en común sobre qué hablar: el proyecto “Taza de la Excelencia con Jóvenes Emprendedores” que desde finales de 2016 Save the Children está implementando en los departamentos de Matagalpa y Jinotega con fondos de la Fundación Bezos. Estas nueve adolescentes y mujeres jóvenes forman parte de él.

Entramos en una de las aulas de la escuela de la comunidad Valle de la Isla y nos sentamos formando un círculo. Las adolescentes y jóvenes empiezan a entrar en calor contando un poco qué les ha parecido el proyecto y todas coinciden en que ha sido beneficioso, “lo que más me ha gustado son las charlas porque nos han capacitado sobre equidad de género”, cuenta Claudia Mendoza de 24 años. El proyecto pretende que las y los participantes reflexionen sobre derechos sexuales y reproductivos, planificación familiar y derechos de la niñez, mientras aprenden temas que contribuyen a su crecimiento y eficacia personal.

También nos hablan un poco acerca de qué hacen ellas para vivir y cómo se sustentan. La mayoría de ellas trabajan con sus familias porque no pueden estudiar o conseguir un trabajo formal en su comunidad. “En la casa, en este tiempo de corte hay un poquito de café, entonces vivimos de eso, pero en el tiempo de silencio (período de febrero a septiembre en el que no hay corte de café), como hay varios hijos, ellos nos ayudan”, expresa Cándida Gámez de 13 años.

Cándida está entre las más jóvenes del grupo reunido y es también la única que está estudiando. Cándida cursa cuarto año de secundaria los sábados en la misma escuela donde nos encontramos, porque los otros colegios de modalidad regular están muy lejos del lugar donde vive. “Usted sabe las posibilidades económicas, por eso uno decide estudiar aquí, por lo que no hay gastos”, detalla mientras hace un gesto de resignación.

 

La mayoría de las adolescentes y jóvenes no pueden continuar estudiando después del bachillerato por el costo que implica viajar a la cabecera municipal u otros municipios. Muchas ni siquiera han podido terminar la primaria. Heyling Mendoza es la excepción. “Mi

papá me ayuda, yo me dedico solo a estudiar. Ahorita voy a segundo año de Agronomía, enseñanza técnica. Estoy becada en San Dionisio por parte de ODESAR (socio de Save the Children en el programa de Lucha contra la Pobreza)”, comenta sonrientemente. Heyling tiene 21 años y es madre soltera como tantas otras chavalas de esta zona del país.

Desde el proyecto “Taza de la Excelencia con Jóvenes Emprendedores”, además de capacitar y ayudar a chavalas y chavalos a mejorar sus producciones de café y granos básicos, también se financia la materia prima para diferentes iniciativas de negocio que se puedan desarrollar en sus comunidades. El objetivo es que ellas y ellos, si bien no pueden estudiar, cuenten con una alternativa para ganar dinero desde sus localidades. Acerca del proyecto, Cándida dice: “Me ha parecido muy importante porque para las familias de escasos recursos, eso nos ayuda y nos puede servir para hacer algo nuevo en la casa”.

Hasta el momento se han llevado a cabo dos iniciativas de negocio en Valle de la Isla: el destace de cerdo y las aves ponedoras. Cada una de ellas está administrada por un grupo de tres mujeres adolescentes y jóvenes. El objetivo, además de obtener ganancias, es que ellas se dediquen a algo que les guste y se comprometan a darle seguimiento.

A las muchachas que escogieron el destace de cerdo se les financiaron dos cerdos para destazar y vender la carne. “El que yo escogí con mi grupo es el destace de cerdo porque a mí lo que me gusta es hacer nacatamales (comida típica a base de maíz, carne, vegetales y arroz, entre otros)”, cuenta Heyling. Con el dinero adquirido se compraron dos cerdos más, “hemos matado cuatro cerdos en total, cada quince días o cada mes”, añade la joven.

La iniciativa de aves ponedoras cuenta con 50 gallinas y están ubicadas en el corral de la casa de una de las jóvenes que conforman el grupo. Esta actividad requiere un poco más de trabajo y cuido de parte del grupo, por lo que se evidencia otro de los propósitos del proyecto, fomentar la participación colectiva y el trabajo en equipo.

“Para mí ha sido algo muy interesante. Me ha ayudado mucho a trabajar en grupo, que es lo más importante, porque a veces uno no sabe cómo trabajar con los demás compañeros”, comenta Noemí Herrera, de 22 años, quien forma parte del grupo de aves ponedoras y además es promotora del proyecto. Para Ana Yubelka Ramos, de 20 años, la experiencia de trabajar en equipo también ha sido gratificante y le motiva a seguir en el proyecto, “sentimos que vamos bien porque la gente, cuando les ofrecemos huevos, nos dicen ‘sí tráiganlos’ y no hemos quedado mal”, añade.

Las tres jóvenes se organizan de manera que cada una cuide del corral por una semana completa, “yo vivo un poquito lejos, como a 15 minutos (caminando). Me vengo a las seis, barro, se les echa la comida y el agua. Después vuelvo más tarde, como a las diez, se les echa agua y el concentrado se les vuelve a echar como a las tres”, relata Cándida contenta, mientras pone concentrado en uno de los recipientes en el corral.

El esfuerzo de las tres jóvenes es considerable. “A veces cuesta porque hay que levantarse como a las cinco para venir aquí como a las seis. Claro yo estoy un poco acostumbrada porque cuando salgo a cortar café me levanto temprano, como a las tres”, cuenta Cándida. Sin embargo, su interés y esmero ha sido recompensado pues ya han vendido alrededor de 900 huevos en su comunidad y ya tienen cuatro pulperías y una finca como clientes fijos.

Con sonrisas en sus rostros, estas chavalas dicen que el proyecto representa esperanza y una oportunidad de salir adelante, por lo que se le debe dar continuidad aun después de finalizado el proyecto. “Lo que nosotras pretendemos no es quedarnos hasta donde el proyecto termine, sino avanzar; ya con lo que nosotras tengamos. Crear otras iniciativas quizás más grandes. Esa es la idea, no quedarnos con lo poco que tenemos, sino engrandecer la iniciativa de negocio”, afirma decididamente Noemí.

Además este proceso que están viviendo estas adolescentes y jóvenes puede ser un empujón hacia metas personales, Ana Yubelka lo tiene claro: “vamos a ver qué piensan las chavalas, porque yo, cuando termine el proyecto pienso seguir con la iniciativa para seguir mi sueño de ser costurera”. Definitivamente el proyecto “Taza de la Excelencia con Jóvenes Emprendedores” en la comunidad Valle de la Isla de El Tuma La Dalia está marcando un antes y un después.