Son cerca de las once de la mañana cuando llegamos a la comunidad de El Galope, en el municipio de El Cuá, en el departamento de Jinotega, a una distancia de 217 km de Managua. En una casa confeccionada con tablones de madera y plásticos que ayudan a hacer la divisoria entre las habitaciones, nos espera Francis Ocampo, una joven de 25 años. Francis es una de las 535 adolescentes y jóvenes mujeres y hombres de los departamentos de Jinotega y Matagalpa, que participan en el proyecto “Taza de la Excelencia con Jóvenes Emprendedores”, promovido por Save the Children con el financiamiento de Keurig Green Mountain-Judith Haskell Brewer Fund y la Fundación Bezos.
Francis, en el marco del proyecto, además de haber comenzado un negocio innovador en su comunidad, del que hablaremos más adelante es promotora y lidera un grupo con 8 adolescentes y jóvenes a los que reúne asiduamente para hablar de diferentes temas como el manejo del café, emprendimiento y empleabilidad, habilidades para la vida e incluso sexualidad. “Hacemos como escuelas de campo” nos explica con seguridad, “yo soy promotora y hago capacitaciones variadas sobre distintos puntos que son importantes. Yo recibo primero la capacitación y la replico después con mi grupo, y hago una parte teórica y otra práctica”. Al preguntarle sobre cómo el grupo recibe las formaciones, ella afirma que les encanta la práctica y sobre todo, los temas relacionados con el café. “Hace un par de semanas pedí permiso en una finca para enseñarles la réplica de la formación sobre las enfermedades del café e hicimos un diagnóstico y les encantó, porque es familiar para ellas y ellos”.
Reflexionamos un rato con Francis acerca de los retos de liderar un grupo de estas características, teniendo en cuenta que hay temas que ella maneja mejor que otros, y cómo algunos son complicados de tratar por el contexto. “En el campo es difícil tratar ciertos temas, porque son tabú, pero no hablamos de cosas de otro planeta, sino de cosas naturales” apunta. Sin embargo la joven dice que si le costó hablarles de sexualidad, “porque algunos vienen de familias muy religiosas, se sienten con pena, yo hago que entren en confianza, les digo que es algo natural del ser humano”. Francis es consciente de que disfruta ayudando a las y los adolescentes y jóvenes con los que trabaja.
Habilidades para la vida son esenciales
Una de las últimas capacitaciones que ha recibido y replicado con su grupo ha sido sobre plan de vida. “Hablamos en el grupo de qué piensan cambiar y qué piensan hacer con su vida, porque tiene relación con la cultura, con lo que son y quieren ser” dice la joven y confiesa que a ella también le ha influido todo este proceso de reflexión. “Yo me había hecho estas preguntas. No me quiero quedar aquí, quiero ir más allá y si me caigo, me vuelvo a levantar”.
Francis siente que el tema de habilidades para la vida es importante, “me ha hecho recapacitar más, me ha puesto a pensar, porque tiene que ver con análisis desde mi misma, con mi personalidad”. Agrega que le gusta todo lo que está aprendiendo en las capacitaciones promovidas por La Cuculmeca, organización socia de Save the Children en el proyecto, porque, como ella misma afirma cada módulo le aporta en algo.
“Todo lo que estamos viendo tiene relación con mi carrera” dice Francis y nos habla de que está en último año de la carrera de derecho y que se está especializando en Derecho de Familia. “En las capacitaciones hemos estado viendo sobre derechos humanos, la igualdad, los derechos de los niños… el proyecto se relaciona bastante con mi carrera, mi vida y todo”. Sobre sus planes de futuro también está clara, “Quiero dar un giro en mi vida, no quiero solo estar aquí. En mi futuro quiero poner mi oficina aquí, atender 2 o 3 días aquí y el resto en El Cuá, en Jinotega, donde me toque ir”.
Comenzando un negocio innovador
Después de hablar un rato sobre su rol de promotora, y cómo lleva a cabo las capacitaciones la preguntamos por su negocio, que comparte con su hermano. “Desde hace unos dos meses tenemos una máquina chapeadora, que se utiliza para actividades agrícolas, para hacer limpiezas de potreros, cafetales, maizales…” explica la joven y comenta que fue gracias al proyecto y con apoyo de La Cuculmeca que están echando a andar poco a poco un nuevo servicio en la comunidad. “La idea original es de un compañero y yo la retomé. Ahora brindamos un servicio a la comunidad que nadie más hace”, dice y nos explica que con la máquina pueden tardar 2 días en limpiar un campo, mientras que si lo hicieran con mano de obra se pueden tardar semanas.
“Ahora nos estamos dando publicidad, porque la gente no conoce el servicio, somos los primeros que lo ofrecen” comenta, y por eso le preguntamos por la máquina “yo misma la he probado” asegura. Queremos ver dónde la guarda para poder tomarle unas fotografías con ella, pero sonríe y explica, “hoy la está utilizando mi hermano porque están limpiando un maizal”. Parece que el negocio, apenas arranca, y lo hace con buen pie.
El proceso de publicitarse, aunque incipiente, está dando sus frutos, “Hacemos conversaciones con los productores, entramos en confianza con ellos para que sepan lo que hacemos. A quienes les hemos trabajado ya han quedado satisfechos” comenta.
Durante la conversación nos observa curiosa Nohemi, la hija de 5 años de Francis, que actualmente va a preescolar. “Queremos llegar a las reuniones de padres y madres en la escuela para dar a conocer el trabajo con la chapeadora” añade. Saben que tienen que buscar espacios en los que la gente se reúna de forma natural y ahí dar su mensaje, la escuela es uno de ellos.
Ahorrando las ganancias
“Ya hemos hecho limpias de maíz, frijoles y café. Se cobra por extensión, una manzana son 900.00 CS$ dependiendo del tipo de maleza que haya. Por cada manzana nos quedan unos 600 CS$ de utilidades, tras restar los costos indirectos como la gasolina y el pago a quien opere la máquina” dice y confiesa que ya han ganado unos 1,500.00 CS$. Afirma que es su hermano quien lleva las cuentas.
“Lo que ganamos lo estamos ahorrando para asegurar el mantenimiento de la máquina y otro tipo de actividades” comenta y nos explica que han hecho un grupo de ahorro comunitario entre su grupo y otro de los organizados en El Cuá. “Tenemos una alcancía en la que ponemos como mínimo 50.00 CS$ al mes cada uno”. Se reúnen con la “junta directiva” en la que están las tres personas que tienen llave de la misma, y hacen los depósitos. Están pensando ir un paso más allá y “entre todas y todos hacer una cooperativa para evitar vender a intermediarios y poder mejorar las ganancias”
Mientras palmean tortillas en la cocina de la casa, doña María Concepción, la mamá de Francis, afirma estar alegre por lo que sus hijos están consiguiendo, “es bueno que se junten y hagan la cooperativa, es bueno para todos ellos. Tienen la capacidad y pueden lograr más aún. Estoy orgullosa”.
La familia además tiene una parcela de café en la que están aplicando lo aprendido sobre los biofertilizantes, el manejo de control de sombra y la humedad para evitar enfermedades en las plantas. “Antes usábamos químicos, pero ya no, ahora trabajamos con lo que nosotros hacemos” comenta Francis.
Si bien con este proyecto que concluirá en noviembre, en la comunidad de El Galope sólo Francis y su hermano están emprendiendo, tienen claro que su plan es hacer crecer el negocio. “Nuestra idea es seguir con el negocio, no importa que el proyecto se vaya, queremos mantenerlo. Hay mercado, y si no hay, vos lo hacés” asegura firme. Francis siempre pensando en ir más allá, “quiero abrirme las fronteras”.