24.04.2014. Managua, Nicaragua. Andrea Núñez-Flores Rey.
Fuimos a Villa Vallarta, uno de los barrios más afectados por el terremoto y más excluidos de Managua. Se encuentra en frente del Lago Managua, epicentro del terremoto del pasado abril.
Las “casas” son chabolas hechas de láminas de zinc, sin estructuras de ningún tipo, muchas de ellas sin techo y que se apoyan en árboles o muros. Las calles están llenas de escombros y basura, además de tendidos eléctricos. En este barrio viven 292 niñas y niños, según CAPRI una organización socia de Save the Children.
El objetivo de la visita era encontrarnos con 13 niñas y niños para que nos contaran su experiencia con el terremoto. “Yo estaba en mi jardín cuando todo empezó a moverse y se oía un ruido horrible. Yo estaba muy asustado y me escondí debajo de una silla”, nos explica Yersin, un chico de 12 años que tiene una expresión triste. “Mi mayor miedo es que se nos caiga la casa encima porque está en condiciones muy malas y tenemos encima un árbol muy grande”.
Su hermana Sheyling de 8 años nos explica que “se nos cayó una lámina de zinc dentro de la casa. Yo estaba dentro con mi mamá y estaba muy asustada. La casa entera se estaba moviendo”.
Todos las niñas y niños con los que estamos nos dicen que están muy asustados y nos cuentan dónde se encontraban cuando ocurrió el primer terremoto. La mayoría de ellos estaban en sus casas; algunos se quedaron paralizados por el miedo dentro, pero otros reaccionaron y salieron a la calle.
La técnica de CAPRI que nos acompaña, Ligia Fargas, explica que “nosotros hemos hecho visitas cada por casa y hemos entrenado a los líderes de la comunidad en preparación ante desastres y respuesta al terremoto. Nosotros identificamos en cada casa el lugar más seguro. Después, les explicamos cuál era la ruta de evacuación”.
“Si hay un terremoto, nosotros tenemos que salir a un espacio vacío. Pero tenemos que estar tranquilos, no correo y no entrar en pánico”, explica Raquel, una niña de 7 años.
“Los de CAPRI también nos dijeron que la ruta de evacuación era hacia el parque porque es el lugar más seguro del barrio ya que en el resto de lugares hay muchos tendidos eléctricos y árboles”, nos dice Junior, un niño de 10 años.
“Yo también tengo miedo de dormir en la casa porque no sé si resistirá. Además, como estamos cerca del lago, todos los niños estábamos asustados porque si crece el nivel del agua, nos ahogaremos. Aunque el agua del lago ha bajado 16 metros”, explica el chico. Las niñas y niños están muy bien informados y conocen las medidas de seguridad.
La madre de Yersin explica que “nosotros tenemos mucho miedo pero por lo menos, como estamos bien informados, nos sentimos más seguros. Mucha gente estaba asustada cuando ocurrió el primer terremoto porque ellos no sabían qué tenían que hacer. Yo acababa de volver de la iglesia y mi hija estaba en la casa. Yo pensé que ella se iba a morir y me sentí desesperada. Pero entonces comprendí que si Dios se la quería llevar, era su voluntad”. (En Nicaragua, gran parte de la población es muy religiosa).
“Yo no dormí en toda la noche, estaba cuidando de mis hijos que no pudieron dormirse hasta tarde. Los primeros días, ellos no querían comer ni jugar. Estaban muy nerviosos, tristes y asustados. Nosotros hemos dormido todos estos días en el patio porque la casa no es segura”, explica la madre.
Tamira, una niña de 9 años, dice “yo estaba en la escuela cuando ocurrió el primer terremoto y todos los alumnos salimos al patio con la profesor. Nosotros ya sabíamos lo que teníamos que hacer porque hacemos una simulación cada año. La escuela está cerrada desde esa semana por la alerta roja. Pero yo quiero volver a la escuela porque es más segura”.
La técnica de CAPRI nos explicó que este barrio es muy pobre (lo cual es bastante evidente), hay muchos niños trabajadores y no había líderes organizados; además, muchos niños no estaban en el registro civil a pesar de que algunos de ellos ya son más mayores. “Nosotros trabajamos en este barrio desde hace mucho tiempo. Aparte de la respuesta a la emergencia, nosotros estamos intentando sensibilizar a los padres de la necesidad de que sus hijas e hijos vayan a la escuela y que los inscriban en el registro civil. Hay un chico de 14 años que estudia 4° curso de primaria porque siempre ha sido niño trabajador y no lo habían registrado al nacer.
Nosotros también hacemos capacitaciones a los líderes de comunidad sobre distintos temas (como buenas prácticas de crianza, salud, trabajo infantil) y ellos explican lo que aprenden al resto de la comunidad. El próximo sábado, nosotros empezamos con actividades de recreación para los niños, para que jueguen y pierdan el estrés porque muchos de ellos están con ansiedad y tristes por el terremoto. De esta forma, intentamos que ellos estén más felices y tranquilos”.