Llegamos antes del almuerzo y se nota. De la cocina de la casa sale humo y un olor que abre la boca del estómago. “Nos hubieran dicho que llegaban a esta hora” comenta sonriente Cristina, madre de Johana Ruiz Navarro, chavala de 25 años a la que llegamos a visitar por su participación en el proyecto “Taza de la Excelencia con Jóvenes Emprendedores”, ejecutado por Save the Children, con el financiamiento de Keurig Green Mountain-Judith Haskell Brewer Fund y la Fundación Bezos.
Johana vive en la comunidad Rancho Alegre con sus dos hijos, su mamá Cristina y su papá Pablo, en el municipio de Rancho Grande en Matagalpa. Ella forma parte del grupo de 535 adolescentes y jóvenes mujeres y hombres de los departamentos de Jinotega y Matagalpa, que han generado sus propios negocios y desarrollado sus habilidades para hacer funcionar con eficacia sus emprendimientos. Este proyecto inició a mediados de 2016 y está por finalizar en noviembre de 2017.En el municipio, la organización socia llamada Centro de Entendimiento con la Naturaleza –CEN se encarga del seguimiento directo de las y los adolescentes y jóvenes que han comenzado iniciativas económicas.
La casa de madera y piedra, rodeada de árboles y flores, invita a disfrutar del ambiente natural. “Mi familia me ha apoyado” comenta esta joven y nos explica que su madre ya participó en un proyecto anterior relacionado con medios de vida promovido por Save the Children. Cuando los técnicos del CEN llegaron a la comunidad para iniciar un grupo con adolescentes y jóvenes Cristina se dio cuenta y animó a Johana a presentarse. “Hija por qué no te metés, a ti todo el mundo te conoce, reúnalos usted, me decía” Johana expresa con alegría y comenta que antes pensaba que nada tenía que hacer en este tipo de proyectos, “qué voy a ir a hacer yo, a perder mi tiempo más bien. Ahora digo que sé que participar en este tipo de proyectos es bueno. Les agradezco a todos los técnicos del CEN y de Save the Children”.
Johana cuenta cómo fue el proceso de reuniones con Holman Herrera del CEN y Fredy Alvarenga, técnico del proyecto de pobreza infantil de Save the Children para constituir el grupo en la comunidad de Rancho Alegre. “Empezamos a reunirnos y nos preguntaron con qué queríamos trabajar. Pensamos que queríamos seguir en el mismo negocio que tiene mi mama, pollos de engorde” Johana habla sonriendo, rememorando un hecho que definitivamente le ha cambiado la vida.
Ella comienza a hablarnos de las diferentes capacitaciones a la que ha tenido oportunidad de asistir como promotora del grupo. “No sólo nos capacitaban sobre café o de pollos, temas importantes sobre salud sexual y reproductiva, violencia intrafamiliar, estos temas pocas veces los vemos en el campo. Cosas que ni se te pasan por la cabeza, como los valores propios de cada uno, aprender cómo defendernos, sobres nuestros derechos y cómo nos los violentan. Todo esto nos han venido enseñando. He aprendido bastante y he compartido mis aprendizajes” Johana va enumerando y comenta que todo lo aprendido fue nuevo para ella, incluso las matemáticas para llevar las cuentas del negocio.
Johana también nos habla de temas que hasta ese momento le daban vergüenza hablar, como la prevención de enfermedades de transmisión sexual. “A mí me daba vergüenza, pero con el proyecto perdimos esa vergüenza, ya nos sentimos con confianza con los técnicos y los demás jóvenes”. Al llegar a casa después de cada capacitación, hablaba de lo aprendido con su familia, especialmente con su madre, Cristina, quien es promotora de género en la comunidad y les apoya en esos temas en el grupo. “Es importante aprender, pero hay que ponerlo en práctica” concluye. En definitiva, tanto Johana y su familia son referentes a nivel comunitario para diferentes temas.
“También soy la promotora de la Comisaría de la Mujer, Niñez y Familia en la comunidad”, confiesa, y explica que a partir del proyecto está más empoderada con los temas. “Cuando me dicen que las mujeres no tienen derecho a andar en proyectos o hacer otra cosa, porque la gente en el campo dice que la mujer debe estar en la casa, porque el machismo va delante, yo me defiendo” explica seria, “todas las personas tenemos derechos, y tenemos derecho a vivir como queremos. Si yo quiero ir a una capacitación, voy”.
La conversación deriva al plano personal. El proyecto no sólo la empoderó económicamente, sino que también creó fricción con la pareja de Johana, provocando discusiones por el machismo que él demostraba contra ella. “Mi marido me intentó parar los pies” asevera, “yo como mujer pienso seguir mi vida y quiero hacer lo que me nace del corazón”. Johana se emociona. Su vida ha cambiado completamente con el proyecto, sabe quién es y qué quiere hacer, algo que su marido no entendía.
“Me ha ido bastante bien con el negocio de los pollos. La gente ya sabe que vendemos pollos y viene a buscar” Johana nos va explicando cómo están manejando los pollos y van sacando beneficios, “nos fijamos en las fechas importantes como el día de la madre o Navidad y nos preparamos” dice orgullosa, y confirma que al no ser hormonados y congelarlos es un pollo de calidad que gusta a la gente. Esta semana van a comprar la siguiente camada para engordar.
“Estamos viendo meter cien pollos por mes y ya estamos pensando en la Navidad, que hay muy buenas ventas”. Johana cuenta que acaban de hacer un contrato con un comedor en el casco urbano de Rancho Grande, “Mi ranchito”, “es un comedor que siempre está lleno”, explica, y también comenta que surten a la casa materna de la comunidad.
“Ya me han explicado cómo hacer plan de vida, y quiero ponerlo en práctica” dice rememorando las capacitaciones de habilidades y plan de vida. Johana se está planteando regresar a la escuela, porque no terminó la secundaria. “Los tropiezos no son para quedarse ahí no más, hay que levantarse” asegura.
“En general no se toma en cuenta a los jóvenes y en este proyecto, y con este grupo se han esmerado, nos han dado seguimiento continuo, tanto del CEN como de Save the Children, así nos sentimos bien” comenta Johana, y finaliza diciendo que es bonito que sean apoyados, “muchas gracias al apoyo que nos han dado, es una bendición que haya donantes que nos quieran apoyar”.
Nos despedimos de la familia diciéndoles “buen provecho” y asegurando que la próxima vez les avisamos con tiempo para degustar la sopa que humea desde la cocina de la casa.